sábado, 20 de abril de 2013


“Suelen por  divertirse los mozos marineros
Cazar grandes albatros” (Charles Baudelaire)

Me han pedido que de forma a iniciativas solidarias diversas originadas por múltiples motivaciones en el mundo de los jóvenes…y algo en la petición me huele a desarmonía o a cacofonía.
Si yo fuera sólo existencialista, al más puro estilo heideggeriano, diría que los(as) jóvenes en sus búsquedas y afán por existir (por dar sentido a lo que ocurre fuera de sus contornos físicos o al comenzar a ser fuera de sí) han encontrado en estas diversas acciones solidarias una forma de conexión con la Esencia del Ser. Desde y en ese contexto han entrado en el torrente de un pensar sentiente y han tomado para sí algo que les permitía y permite vivir en forma auténtica. Puesto que la vida más auténtica es la que se vive al servicio de los demás; es una forma de plenificar la existencia y ampliar el espectro de libertad y autorrealización.
Si yo fuera sólo poeta, probablemente me uniría a la voz de Baudelaire (en el encabezado de este escrito) y vería en las(os) jóvenes aludidos y en sus acciones  en beneficio de  otros más vulnerables, a estos grandes albatros que sobrevuelan cálidos mares embelleciendo el paisaje y haciendo resonar expresiones  de vida que maravillan  hasta al más inmutable observador; y en los marineros, hijos de férrea y mercantil  formación, obnubilados en su capacidad de pensar,, reconocería a aquellos seres incapaces de respetar la sabiduría ancestral y siempre nueva, ligada a la libre naturaleza del albatros.
No obstante, hay una tercera perspectiva o  forma de reconocer a estos jóvenes en sus acciones que, en mala hora me pidieron “estructurar” o “Nombrar con fines institucionales”.  Se trata de aquella perspectiva que brota de mi “Ser Cristiano”:
Ser Cristiano no sólo es reconocer el paso de Dios por y en nuestras historias personales; Ser-lo es reconocer que en muchas ocasiones, es Él quien toma la iniciativa; y no es que esto anule nuestras libertades e individualidades, sino que las potencia.
Él nos amó primero y desde ese gran amor ha hecho posible nuestra existencia (nuestro ser fuera, expresado en un ser para los demás); en Él vivimos, nos movemos y existimos; no porque quiera estructurarnos , sino porque Él es El Ser por excelencia.
 Cuando sintonizamos con las experiencias de amor en sus formas más variadas (amor de pareja, amistad, amor filial y amor al prójimo) lo que hacemos es entrar en este torrente del SER y pensar y actuar conforme a su cauce; cuando, por el contrario, nos cerramos al SER, enjaulando trozos de nuestra existencia en diversas formas de materialismo, egoísmo o superficialidades que no son más que expresión de mezquinos intereses, lo único que hacemos es vivir en forma inauténtica (sobrevivimos, podemos lograr incluso éxitos de corto plazo; pero no logramos vivir conforme a lo que estamos llamados a ser).
Vivir expresiones de solidaridad en un auténtico espiral del existir, implica conectar con lo más propio de lo humano y lo divino; las más de las veces no somos nosotros los que en forma soberbia construimos tales expresiones, sino que más bien se nos permite entrar en un torrente de amor que facilita el que reconozcamos en otros más vulnerables, a nuestros(as) verdaderos hermanos y hermanas.
Entonces, si me piden  capturar desde la rígida y en ocasiones fría estructura la esencia de aquello que energiza a nuestros jóvenes, entiendan que lo único que imperfectamente podría lograr es intentar apresar con balbucientes palabras una realidad que nació para fluir y volar como los grandes albatros que surcan cielos de mares infinitos.
En Rancagua, otoño de 2013