“Suelen por divertirse los mozos marineros
Cazar grandes albatros”
(Charles Baudelaire)
Me han pedido que de forma a iniciativas solidarias
diversas originadas por múltiples motivaciones en el mundo de los jóvenes…y
algo en la petición me huele a desarmonía o a cacofonía.
Si yo fuera sólo existencialista, al más puro estilo
heideggeriano, diría que los(as) jóvenes en sus búsquedas y afán por existir
(por dar sentido a lo que ocurre fuera de sus contornos físicos o al comenzar a
ser fuera de sí) han encontrado en estas diversas acciones solidarias una forma
de conexión con la Esencia del Ser. Desde y en ese contexto han entrado en el
torrente de un pensar sentiente y han tomado para sí algo que les permitía y
permite vivir en forma auténtica. Puesto que la vida más auténtica es la que se
vive al servicio de los demás; es una forma de plenificar la existencia y
ampliar el espectro de libertad y autorrealización.
Si yo fuera sólo poeta, probablemente me uniría a la voz de
Baudelaire (en el encabezado de este escrito) y vería en las(os) jóvenes
aludidos y en sus acciones en beneficio
de otros más vulnerables, a estos
grandes albatros que sobrevuelan cálidos mares embelleciendo el paisaje y
haciendo resonar expresiones de vida que
maravillan hasta al más inmutable
observador; y en los marineros, hijos de férrea y mercantil formación, obnubilados en su capacidad de
pensar,, reconocería a aquellos seres incapaces de respetar la sabiduría
ancestral y siempre nueva, ligada a la libre naturaleza del albatros.
No obstante, hay una tercera perspectiva o forma de reconocer a estos jóvenes en sus
acciones que, en mala hora me pidieron “estructurar” o “Nombrar con fines
institucionales”. Se trata de aquella
perspectiva que brota de mi “Ser Cristiano”:
Ser Cristiano no sólo es reconocer el paso de Dios por y en
nuestras historias personales; Ser-lo es reconocer que en muchas ocasiones, es
Él quien toma la iniciativa; y no es que esto anule nuestras libertades e
individualidades, sino que las potencia.
Él nos amó primero y desde ese gran amor ha hecho posible
nuestra existencia (nuestro ser fuera, expresado en un ser para los demás); en
Él vivimos, nos movemos y existimos; no porque quiera estructurarnos , sino
porque Él es El Ser por excelencia.
Cuando sintonizamos
con las experiencias de amor en sus formas más variadas (amor de pareja,
amistad, amor filial y amor al prójimo) lo que hacemos es entrar en este
torrente del SER y pensar y actuar conforme a su cauce; cuando, por el
contrario, nos cerramos al SER, enjaulando trozos de nuestra existencia en
diversas formas de materialismo, egoísmo o superficialidades que no son más que
expresión de mezquinos intereses, lo único que hacemos es vivir en forma
inauténtica (sobrevivimos, podemos lograr incluso éxitos de corto plazo; pero
no logramos vivir conforme a lo que estamos llamados a ser).
Vivir expresiones de solidaridad en un auténtico espiral
del existir, implica conectar con lo más propio de lo humano y lo divino; las
más de las veces no somos nosotros los que en forma soberbia construimos tales
expresiones, sino que más bien se nos permite entrar en un torrente de amor que
facilita el que reconozcamos en otros más vulnerables, a nuestros(as)
verdaderos hermanos y hermanas.
Entonces, si me piden
capturar desde la rígida y en ocasiones fría estructura la esencia de
aquello que energiza a nuestros jóvenes, entiendan que lo único que
imperfectamente podría lograr es intentar apresar con balbucientes palabras una
realidad que nació para fluir y volar como los grandes albatros que surcan
cielos de mares infinitos.
En Rancagua, otoño de 2013